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domingo, 17 de julio de 2016

Y la temporada alta llegó

Surfeando como podemos el tsunami de la temporada alta en Ibiza tenemos que reconocer que la sensación de alarma y esa cierta angustia ante el caos que preveíamos no eran del todo justificadas. Al menos hasta ahora. La mayoría de las carreteras que nos han hecho sufrir en invierno se han acabado a tiempo para el verano. El hedor insoportable de las depuradoras que nos ha torturado los últimos años a la llegada del calor es casi imperceptible. El problema del agua sigue ahí, como una espada de Damocles sobre nuestras cabezas, pero ese es un tema a solucionar a largo plazo en el que parece se han empezado a dar pasos en firme. Es el principal reto al que se enfrenta el futuro de la isla, junto al de la vivienda residencial (que por cierto, ha ido a peor sin lugar a dudas).


El colector de la playa de Talamanca, uno de los problemas más hirientes al que nos hemos enfrentado, ha recibido ya la consideración de urgencia por parte de las administraciones responsables. Ya se ha aprobado el presupuesto y el inicio de las obras para su completa sustitución. El calor sofocante que nos machacó constantemente el verano pasado parece darnos cierta tregua. Esto acaba poniéndonos de mejor humor a los que nos pasamos el día trotando por la isla de recado en recado y de reunión en reunión.

Ver que se avanza en alguno de los temas que más nos preocupan a los ibicencos (de origen y de adopción) nos da cierto respiro que ayuda a soportar mucho mejor los atascos y la mala educación que reina en nuestras carreteras a estas alturas del año. No vale la pena meterse a hacer recuento de las situaciones que vivimos constantemente detrás del volante. Se podría llevar fácilmente un diario de todo lo que vemos y aguantamos, y solo serviría para hacernos hervir la sangre un poquito más.


Pero entonces, pasa lo que pasa siempre con Ibiza. De nuevo descubres otra playa secreta en la que tú y los tuyos volvéis a sentiros unos privilegiados, o un nuevo restaurante al lado de casa en el que pasarías todas las noches. Te reencuentras con amigos y situaciones que te hacen disfrutar de la isla como la primera vez que la pisaste. Y te vuelves a enamorar de ella. Vuelves a sentir la felicidad que te iluminó el alma el día que conseguiste convertirla en tu hogar, o incluso el día que te diste cuenta de que acabarías considerándote ibicenco de por vida. Y de nuevo desearías que el verano, esa época del año que te hace sentir tan vivo, no acabara nunca.