Continuando con la línea de
argumentación abierta con el primer post de “En una Tierra de Futuro”, quiero seguir reflejando aquí impresiones, comentarios y opiniones de
personas que en su día decidieron instalarse en Brasil, llamados por la promesa
de una vida diferente, más tranquila y alejada del ritmo a veces frenético al que estamos acostumbrados en la vieja Europa. Personas y personajes de todo tipo con los que nos
hemos cruzado en los 6 últimos años nos han ido desgranando sus razones, sus
experiencias y su visión de lo que este país les aporta y la que creen va a ser
su relación de futuro con él.
La simpatía, espontaneidad y los
brazos abiertos con los que acoge al extranjero el pueblo brasileño chocan con fuerza
contra la actitud cada vez más burocratizada, cerrada y restrictiva de sus instituciones y organismos
oficiales, sobre todo los que regulan y determinan la apertura del país hacia
el exterior. Sorprende que un país que ha sido una tierra de acogida sin igual,
ejemplo de integración y de convivencia multirracial se muestre ahora tan
restrictivo para con el visitante europeo.
Desde enero de 2013 la Policía
Federal no prolonga ningún visado turístico a europeos por más de 3 meses,
obligando al viajero o al visitante de estancia prolongada a abandonar el país
tras ese período. Sufren esa restricción, por ejemplo, los familiares de
extranjeros que quieren pasar largas temporadas en el país, los propietarios de
viviendas que no disponen de visados de permanencia, los jubilados que deciden
pasar el invierno europeo en una tierra de clima mucho más benigno y el
personal desplazado de empresas multinacionales que no desea pasar por los
trámites interminables e ingratos de obtención de visados de trabajo para
acabar, en buena parte de los casos, recibiendo una incomprensible negativa. Comenzó
esta restricción a finales de 2012 para visitantes franceses e italianos,
poco después le siguieron españoles y portugueses, y detrás han ido cayendo el
resto de nacionalidades que componen el núcleo principal de la Unión Europea.
El ciudadano brasileño de a pie
vincula esta actitud de sus autoridades de inmigración a un trato recíproco
para con sus conciudadanos a la hora de entrar en territorio Schenguen y
justifica el trato en ocasiones injusto y arbitrario de sus agentes de inmigración a
casos “sangrantes” como el de la anciana que pasó varios días en Barajas sin
poder entrar en España para visitar a su hija. Se explotó esa noticia en los medios más
sensacionalistas del país, apelando a la indignación popular y a ese trato
recíproco para con los europeos que llegaran a Brasil desde ese momento. La
verdad sobre el caso desvelada por la propia embajada brasileña en Madrid (a los pocos días de haberse causado el importante revuelo en los medios brasileños) en
la que se exponía que esa señora estaba visitando a una hija en situación
ilegal, con dos órdenes de expulsión de España, y además había
dispuesto de asistencia consular desde el primer momento en que se le prohibió
la entrada a territorio Europeo, por supuesto tuvo el mínimo eco mediático y
pasó de refilón entre las noticias semanales de “bulto” en los grandes
noticieros de Sao Paulo que informan a diario a todo Brasil.
Viendo estos casos que han sido
tan descaradamente manipulados para generar actitudes de rechazo
hacia la oleada de inmigración europea que se ha dirigido a Brasil estos últimos
años de crisis financiera y laboral, el extranjero residente en el país no
puede estar más que perplejo, confundido e incluso un poco cabreado. El pulso
en la calle, especialmente en las comunidades donde extranjeros y brasileños
comparten espacio sin el más mínimo problema, es de convivencia ejemplar e integración
total. Por eso uno se siente cada vez más extrañado y confundido ante la
multitud de trabas y de nuevas restricciones que nos encontramos a la hora de
abrir nuevas empresas con capital exterior o de realizar cualquier trámite de
renovación de permisos o documentación.
La Policía Federal, organismo encargado de los trámites y el control de la inmigración, justifica la
rigidez de su actuación con casos que ellos consideran de “picaresca” donde
extranjeros han montado empresas con muy poca o nula actividad para obtener
visados de residencia, lo que ha implicado traer al país cantidades de dinero
cada vez mayores que tampoco son fáciles de repatriar cuando el inversor desea volver
a su país de origen y que por ello van a ser destinadas a agilizar en mayor o menor medida las economías locales. Sorprende todavía más que se restrinja esa forma de
obtener visados para después ofrecer la residencia a jubilados europeos que
“tan solo” deben enviar para Brasil una pensión mínima mensual de R$6.000. Eso son, al cambio actual, unos
2.500€ que representan casi 10 veces el
salario base brasileño (y una pensión que no mucha gente disfruta a día de hoy en, por ejemplo, el sur de Europa). No se entiende una restricción tan fuerte por el lado que puede dinamizar en mayor medida la actividad económica para entonces abrir la puerta sin reticencias a jubilados “de lujo” que poco van a
aportar al tejido productivo brasileño más que una simple entrada de divisas
adicional. Y menos sentido tiene todavía esa actitud restrictiva cuando se han otorgado en los últimos años
visados de permanencia mediante amnistías sucesivas a extranjeros que llevaban mucho
tiempo en situación ilegal y que en pocas ocasiones se podían considerar como
una aportación seria al tejido productivo, empresarial o social de la primera potencia de América Latina.
A pesar de estos sinsentidos que
encontramos últimamente, las personas que han decidido quedarse a vivir aquí, los
que realmente sienten que este es su lugar para alejarse de la manera de hacer
estresante con la que lidiamos día a día en Europa, pocas veces se arrepienten de
su decisión cuando ésta parte de un razonamiento equilibrado y realista de lo que va
a ser su nueva vida en este lado del Atlántico. Me comentaban esta última semana unos
empresarios catalanes de éxito, afincados desde hace más de 7 años en un famoso punto turístico del Nordeste, que es muy fácil detectar cuándo alguien
se instala en Brasil con una idea bien errónea de lo que va a ser su nueva vida. Decían que
a esta tierra uno no puede venir pensando que va a ganar más dinero que en su
tierra natal, disfrutando además de los mismos servicios y ventajas de la vida
más estructurada de la que provenimos. Para disfrutar de esta experiencia, para
adaptarse mentalmente a este cambio, uno debe saber que la vida aquí no va a
poder girar en torno al trabajo. Nuestra paciencia va a sufrir una dura prueba si queremos obtener los resultados de la manera organizada y más o menos rápida con la que generalmente
los obtenemos en nuestro país de origen. De eso el extranjero se debe
olvidar, debe buscar los medios para funcionar con un trabajo que le brinde un medio de ganarse el pan de forma más sencilla y disfrutar del día a día
de la vida en Brasil, llena de momentos de alegría, belleza y simplicidad. El centrarse y obsesionarse con el trabajo y el dinero, lo que llamamos "vivir para trabajar", no funciona en esta parte del Mundo y puede incluso ser contraproducente a nivel mental. Las horas de esfuerzo y dedicación sin descanso aquí no garantizan mayores y mejores resultados porque el entorno en el que nos encontramos no va a seguir nuestro ritmo. Mejor dicho, tiene ritmo propio. El punto de equilibrio es distinto y debemos valorar mucho más los factores ajenos al negocio para evaluar si vamos a ser capaces de adaptarnos a esta nueva y diferente forma de vida.
Si uno
consigue encontrar ese equilibrio, muy distinto del que hemos vivido y
desarrollado durante nuestros años de vida laboral en el “Viejo Mundo”, nos
adaptaremos sin problemas al nuevo ritmo y difícilmente nos sacarán de aquí.
Si, como a muchos otros nos pasa, seguimos teniendo la necesidad de acometer y afrontar
la vida a otra velocidad, siempre con la sensación de que nos falta algo de intensidad en nuestro día a día, no nos toca otra que volver a nuestro lugar de origen
o buscarnos una nueva “aventura”. Eso sí, nos llevaremos en la mochila los recuerdos y la
experiencia ganados en este continente tan especial y magnético que es Brasil, habremos ganado sabiduría para apreciar con ello lo mejor que cada Mundo nos ofrece y así poder disfrutarlo sin dudas ni prejuicios.