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sábado, 16 de febrero de 2013

Brasil, ¿país de futuro?

Llegué a Brasil para iniciar un proyecto personal y de vida en Abril del 2007. Me había deslumbrado un año antes el momento de ebullición en el que se encontraba un pueblecito de pescadores en el Nordeste del país, Praia de Pipa. Desconocido hasta mediados de los 90 para el turista internacional, Pipa era la joya escondida para surferos y hippies que la disfrutaron de pleno hasta el boom de mediados de los años 2000.



Me acabó de convencer para mi gran salto el libro de Stefan Zweig “Brasil, país de futuro”. Escrito alrededor del año 1940 por el destacadísimo escritor austriaco, se exponían en él una serie de razonamientos y percepciones del autor sobre la energía y la predisposición del pueblo brasileño para prosperar y disfrutar de su tierra privilegiada. Zweig desgrana en los capítulos de su libro las claves por las que a finales de los años 30 del siglo pasado pensaba que Brasil iba a convertirse en uno de los países punteros a todos los niveles en el Mundo que tenía que surgir tras la 2ª Guerra Mundial. Lo que maravillaba de esta obra era la capacidad del autor hace más de 70 años para hacer un retrato del país que en el año 2007 era perfectamente vigente. Y ese fue mi principal error de percepción… Movido por un excesivo optimismo y un plan de futuro que parecía claro tenía que pasar por una aventura en tierras americanas, no me di cuenta que algo chirriaba seriamente si un retrato del país publicado en 1941 se podía considerar tan actual.
¿A día de hoy qué puedo destacar de mi estancia en Brasil? Poca cosa positiva, la verdad. Uno se enfrenta aquí continuamente a una burocracia sin sentido, raquítica y corta de miras donde cualquier trámite que afrontes sabes cuándo se va a iniciar pero nunca sabes cuándo ni cómo lo acabarás. Es la manera de hacer de un país de ciudadanos conformistas y poco dados a protestar que admiten sin mayor problema que funcionarios y trabajadores de servicios públicos no respeten lo más mínimo el tiempo ni el trabajo de sus conciudadanos. Los trámites para abrir una empresa son algo digno de economías coloniales de hace dos siglos y cualquier gesto de protesta o indignación por parte del usuario de un servicio no hace más que dificultar todavía más el proceso ya que no sirven más que para perder aun más tiempo. Difícilmente encontraremos empresarios y ejecutivos extranjeros llegados al Brasil en los últimos años que no estén de acuerdo con esta afirmación.

Capítulo aparte merecen las prácticas y la legislación en materia laboral. El excesivo celo mostrado por el gobierno en proteger los derechos del trabajador no es más que un velo que esconde una realidad legislativa que favorece la continua rotación de empleados debido al excesivo e inasumible coste para el empresario de mantenerlos por más de dos años. El coste del despido es tan alto tras ese tiempo que muy pocos están dispuestos a asumir el riesgo. Las consecuencias principales de esta coyuntura son la desconfianza del empresario hacia sus empleados y el poco compromiso de estos con los proyectos y el futuro de la empresa a medio y largo plazo. El ambiente de trabajo se convierte en una convivencia forzada y falsa donde cada uno va a mirar por sus intereses y donde es difícil marcar objetivos válidos más allá del “ir tirando” y el “mañana será otro día”. Es evidente que no nos encontramos ante un panorama alentador para el emprendedor extranjero, acostumbrado a trabajar en una atmósfera mucho más seria y comprometida.

Tras un tiempo viviendo y trabajando en Brasil uno advierte rápidamente lo poco preparado que se encuentra este país para competir. Gracias a su acceso a una fuente casi inagotable de recursos naturales, el brasileño no se ha tenido que enfrentar todavía a lo que significa tener que ser mejor que los demás para perseverar (fuera del ámbito deportivo, donde parece volcarse totalmente el orgullo patrio). Si algún día la demanda interna afloja y el país tiene que salir a “buscarse la vida” fuera de sus fronteras, veremos todos lo duro que les resultará ser competitivos. El país parece evolucionar a un ritmo que no es sostenible para el resto, salvo alguna excepción como China. Pero parece que estamos a unas cuantas generaciones de distancia de llegar a ese punto, y hemos llegado a un momento en nuestra historia en que todo evoluciona a tal velocidad que no se atreve uno a ser agorero más allá de lo que su modesta percepción de la realidad le brinda. 

2 comentarios:

  1. David! Felicidades por tu nuevo pedacito virtual! q grande!

    Según comentas has de saber q tu optimismo es un bien preciado, mas vale pecar de mas q de menos, sobre todo en esas circunstancias iniciando semejante proyecto!

    Gracias por compartir tus experiencias profesionales y darnos luz sobre Brasil, ese "país de futúro" del cual desconozco su día a día y gracias a ti me puedo hacer una idea.

    De tus palabras se deja notar tu cansancio laboral hacia este país, supongo q en breve desvelarás nuevos proyectos o experiencias, seguro q si!

    Un fuerte abrazo!
    Miki

    PD. Cuentanos mas! El Brasil no laboral por ejemplo ;)

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    1. Muchas gracias por tu recibimiento y tus cálidas palabras Miki!

      La verdad es que Brasil ha supuesto hasta el día de hoy una decepción tras otra a nivel laboral. Así que estás en lo cierto, estamos con un nuevo proyecto en mente que esperamos se haga realidad en pocos meses.
      Con esa ilusión por delante hemos abierto de nuevo una ventana al Mundo fuera de esta pequeña aldea que es Pipa, y nos hemos encontrado con lo rápido que ha evolucionado la comunicación y la forma de trabajar estos últimos 5 o 6 años.
      Mi intención con este blog es compartir y analizar con todos vosotros esa nueva visión y esa nueva realidad.

      Un abrazo fuerte también para ti!!
      David

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